sábado, 23 de marzo de 2013


A construir el conocimiento científico y tecnológico en la lengua materna:  desmitificando prejuicios con la teoría y la experiencia



© Róbinson Rodríguez Pérez

Primero que nada, quisiera agradecer a las doctoras Amparo Ortiz Acosta, Elsa Arroyo Vázquez y Lianny Ortiz por la invitación que me hicieran a este foro que interpreto como la continuación de la agenda que se trazó en la Semana de la Lengua del 2009 titulada "Lengua, Poder y Derechos Lingüísticos."  Esta agenda es de suma importancia, pues confronta uno de los retos más serios que enfrenta la educación superior pública en el país, la de proveer igualdad de oportunidades a todas las y todos los que muestren excelencia académica.  Todas y todos conocen el alza descomunal y atropellante en los costos de la matrícula que dictatorialmente se ha impuesto y que ya ha dejado fuera de la Universidad de Puerto Rico a sobre 10,000 estudiantes.  Sin embargo, pocas y pocos han llamado la atención sobre la otra amenaza que pone en riesgo las probabilidades de miles de nuestras y nuestros estudiantes de completar satisfactoriamente sus estudios universitarios:  la amenaza de imponer la enseñanza universitaria en un idioma que nos es extraño y nos es extranjero y que, por supuesto, para la gran mayoría de nosotras y nosotros no es ni nuestra primera, ni nuestra segunda lengua, el inglés. 

Hoy no vengo a hablar a favor de la construcción del conocimiento científico y tecnológico en la lengua materna, sino a desmitificar los argumentos más escuchados a favor de hacer lo contrario (y por supuesto a advertir sobre las consecuencias de esto).  Mis argumentos serán en gran medida de corte testimonial y basados en el concepto del ejercicio del poder según esbozado por la corriente sociológica de la teoría del conflicto.

Existen cuatro mitos principales sobre los cuales descansa la idea de imponer la enseñanza en un idioma diferente a la lengua materna.  El primero es la supuesta superioridad del lenguaje del invasor colonial.  Sobre este primer mito no hay que elaborar mucho, pues no creo que en este auditorio haya alguien que se atreva a cuestionar la trayectoria, el alcance y la riqueza del idioma español.  Por lo tanto, me limitaré a referirles al trabajo de Ngugi wa Thiongo quien ha escrito extensamente sobre colonialismo lingüístico.

El segundo mito es uno que se viene escuchando mucho en los pasillos del Recinto (recuerden, soy sociólogo) que plantea que enseñar (y por consiguiente aprender) en inglés nos provee una ventaja comparativa, especialmente a las y los que estamos en disciplinas científicas y técnicas.  Esto es falso.  En mis años de estudios graduados (lo que sigue siendo cierto hoy día) un por ciento altísimo de las y los estudiantes más destacados en las universidades de los Estados Unidos provenían de estados y naciones donde el inglés NO es la lengua materna y mucho menos la oficial.  Lo que nos llevó a ser admitidos y lo que nos garantizó el éxito fueron las bases teóricas robustas, tanto clásicas como contemporáneas, con las que llegamos, la capacidad de formular pensamiento crítico, así como la de sacrificio y, sobre todo, la de mostrar disciplina y resiliencia.  Esto parece tonto plantearlo, pero créanme que muchos que hablaban inglés mucho mejor que nosotros por ser el inglés su lengua materna nunca fueron admitidos a universidades estadounidenses (y de los que fueron admitidos otros tantos fracasaron). 

Hoy día más que nunca, las instituciones de mayor prestigio valoran el atraer las mejores mentes, independientemente de la lengua materna del intelectual, y proveen mecanismos para que éstas y éstos puedan desempeñarse y contribuir al acervo intelectual de la institución.  Lo que estamos viendo en Mayagüez con el reclutamiento del nuevo personal docente es todo lo contrario.  Cuando una convocatoria de empleo establece "English required, Spanish desirable" en una Institución que está supuesta a servir a un pueblo cuya lengua materna es el español, lo que está ocurriendo no es un acomodo razonable para el talento a reclutar, sino el sometimiento y la claudicación total a la lengua extranjera y extraña.

Creyendo promover la excelencia cuando obligan a usar la lengua extranjera, quienes lo hacen están obviando y negando que somos en esencia un pueblo hispanoparlante, ninguna otra cosa, no importa lo que digan las leyes, no importa lo que queramos imaginarnos.  En Puerto Rico, las puertorriqueñas y los puertorriqueños sufrimos y gozamos, y, por qué no, enseñamos y aprendemos en español.  Las consecuencias de imponer una lengua diferente a la materna en la enseñanza superior será inevitablemente el fracaso, como lo fue el intento de imponer el "English only" en el sistema escolar en el siglo pasado.  Muchísimas mentes brillantes en Puerto Rico se podrían desperdiciar si se impone el requisito del inglés como idioma de estudio.  Si continuamos estudiando en español, difícilmente se perderá ninguna.

El tercer mito es eso que dicen por ahí de que el inglés es el idioma de las ciencias y la tecnología o, puesto de otra forma, que la creación del conocimiento técnico y científico ocurre únicamente en inglés.  Siempre recuerdo con alegría una interacción con un compañero de estudios que luego se convirtió en déjà vu.  En el curso de Teoría Política Clásica, llevé mi ejemplar de  La República de Platón en español y mi compañero me dijo: "¡Hey dude, Plato in Spanish, cool ah!!!  I didn't know it was published in Spanish, ah!!!  Mi respuesta fue, creo que también ha sido publicado en griego.  Lo mismo pasó en el de Teoría Política Moderna y Renacentista con El contrato social de Jean Jaques Rousseau (creo que ha sido publicado en francés) y en el curso de Teoría Política Contemporánea con El capital de Karl Marx (creo que ha sido publicado en alemán).

Una vez más, parece tonto tener que plantearlo, pero sí, los franceses y suizos crean conocimiento científico y tecnológico en francés, los alemanes en alemán, los españoles e hispanoamericanos en español y así sucesivamente, cada cual con su lengua materna.  Muchos intelectuales estadounidenses y europeos para los cuales el español no es su lengua materna, tales como Noam Chomsky, James Petras y Andre Gunder Frank (por mencionar los conocidos personalmente) han hecho un esfuerzo genuino por aprender y conocer el idioma de sus sujetos de estudio y han producido trabajo intelectual directamente en español o se han asegurado que sus obras estén disponibles al mundo hispanoparlante.

Sólo a las y los colonizados se les hace pensar que utilizar su lengua materna es sinónimo de ser tontos, estúpidos, inferiores, o como se está tratando de hacer pensar en Mayagüez, no aptos para el manejo o la creación del conocimiento científico y tecnológico.  A lo que deberían estar dedicadas nuestras energías primeramente sería a fortalecer las destrezas de pensamiento crítico, al dominio conceptual de las materias de estudio y al dominio del lenguaje no coloquial, el riguroso, sistemático y académico, o sea, el lenguaje de las ciencias no importa el idioma.

El compañero y apreciado maestro Dr. Manuel Maldonado Denis insistía en que nuestra redacción no fuera coloquial, sino educada y elegante, que siempre reflejara a lo que aspiramos, lo que en esencia somos.  Uno de los primeros trabajos que redacté en inglés en escuela graduada, si no el primero, me fue devuelto con decenas de observaciones con las siglas AKW que no correspondían a la alta calificación que obtuve.  Al conversar con el profesor de la clase me dijo que mi redacción era "Awkward, but scholarly."  Aún con mi pobre dominio del inglés, sabía que la palabra torpe al lado de académico era un oxímoron.  Al disculparme y decirle el famoso "I'm sorry" característico de los puertorriqueños, me contestó: "Don't be sorry, you'll be sorry if you wouldn't know the material."  En ese momento sentí que los muchos malos ratos producto de las cada vez más altas exigencias de Manolo habían logrado algo en mí.

En su ponencia hace dos años en el RUM, Ngugi nos lleva a un punto que debemos considerar, el del ejercicio del poder, que nos permitirá deslegitimizar un cuarto mito.

Las ciencias políticas han llegado a la conclusión de que el poder no es una cosa sino una acción.  O sea, no es un objeto, sino una acción; por eso hoy día hablamos del ejercicio del poder.  Este consiste en lograr que una persona o grupo de personas actúen de acuerdo a la voluntad de quien ejerce el poder, aún en contra de la voluntad de los primeros.  La preocupación que plantea la Dra.  Amparo Ortiz en su ponencia Construir el conocimiento tecnológico y científico en la lengua materna:  ¿Deber del profesorado o derecho del estudiantado? es precisamente una denuncia de esto.  Es una preocupación genuina ante una imposición colonial, no justificada ni validada que atenta contra las aspiraciones de excelencia académica de un número considerable de nuestras y nuestros mejores estudiantes.  El pretender que el dominio del inglés como idioma principal, o primer idioma, sea un requisito que pueda afectar la capacidad de algún estudiante de aprobar un curso es un crimen cultural y es un crimen de clase hacia nuestro estudiantado. Es una negación de nuestra realidad sociopolítica y socioeconómica.

A las y a los que estén confundidos les aclaro que Puerto Rico NO es parte de los Estados Unidos.  La propia Corte Suprema de los Estados Unidos definió la condición política de nuestra nación cuando en 1901 en el caso Downes Vs. Bidwell el tribunal supremo declaró que:  Puerto Rico "belongs to but it is not a part of the United States."  Dicho en nuestra lengua materna:  "Puerto Rico pertenece a, pero no es parte de los Estados Unidos."

El mito final es plantear que el defender el derecho a la construcción del pensamiento científico y tecnológico en la lengua materna es sinónimo de oponernos al aprendizaje de una segunda o tercera lengua.  De hecho, quienes se han opuesto institucional e históricamente al bilingüismo son los Estados Unidos.  Un chiste muy común cuando estudiaba en los Estados Unidos solía ser:  "¿Cómo se conoce a una persona que domina tres idiomas?  Trilingüe.  ¿Cómo se conoce a una persona que habla dos idiomas?  Bilingüe.  Y ¿cómo se conoce a una persona que solamente habla un idioma?  Estadounidense.  Lo cierto es que las cosas están cambiando y en los Estados Unidos a pesar de todas las leyes que lo han prohibido y lo han desalentado, hoy día cerca de 50 millones de personas hablan el español como lengua materna y cerca de 10 millones más lo están aprendiendo como segundo idioma.  Después de México, el lugar del planeta donde más personas hay hispanoparlantes es los Estados Unidos de Norteamérica.

Nuestra postura no es oponernos al bilingüismo, todo lo contrario, es garantizar que estudiantes exitosos y capacitados puedan tener la libertad de aprender una segunda o tercera lengua, sin ser impuesta y sin poner en riesgo su desempeño académico y las posibilidades de convertirse en personas productivas para nuestra sociedad puertorriqueña. 

Finalizo con una anécdota.  Mi hermano, que es profesor de Administración de Hoteles y Restaurantes en la UPR en Carolina, tiene un talento especial para los idiomas y se destacó particularmente en el inglés.  Sin embargo, al decidir estudiar Artes Culinarias y Administración de Hoteles y Restaurantes, decidió asistir a la mejor escuela culinaria del mundo y él determinó que ésta era una en París, Francia.  Su doctorado lo obtuvo en Buenos Aires, Argentina.  Es común oírle decir que el inglés no le ha servido de mucho, que debió haber dedicado ese tiempo a estudiar francés o argentino que son lenguas que sí le han dado dolor de cabeza.

(Róbinson Rodríguez Pérez tiene un doctorado en Sociología Rural y es profesor de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez.)

jueves, 17 de enero de 2013

Más sobre Lengua y poder

La profesora Carmen Centeno Añeses ha escrito recientemente un texto que podemos añadir a la consideración sobre el asunto de Lengua y poder.

http://www.claridadpuertorico.com/content.html?news=DCFBB786DC7650E2C8915702D1D3498F

sábado, 5 de diciembre de 2009

A partida doble:dialecto estigmatizado y falso bilingüismo en Puerto Rico

Gracias a Loraine de Jesús Mercado tenemos el audio de la charla de la Dra. Yolanda Rivera Castillo.

sábado, 3 de octubre de 2009

En contra del feudalismo lingüístico y del darwinismo lingüístico: Relaciones de poder entre lenguas

Ponencia presentada en la Semana de la Lengua del Departamento de Estudios Hispànicos del R.U.M. el 24 de abril de 2009

Kenya, el país de donde vengo, fue un estado colonial británico de asentamiento entre el 1895 y el 1963, año en que recuperamos nuestra independencia. En mi libro Descolonizando la mente (Decolonizing the Mind), publicado en 1984, conté la historia de mi relación con mi lengua materna, el kikuyu, y con mi lengua de educación, el inglés. El inglés era, a la vez, la lengua oficial del estado colonial. Conté sobre cómo se nos castigaba cuando se nos sorprendía hablando una lengua africana dentro del complejo escolar. Para humillarnos, se nos hacía enganchar del cuello una pieza que llamábamos el monitor, que leía: “soy estúpido”. De esta forma, a las lenguas africanas se les vinculaba con la humillación y lo negativo a través del proceso educativo. Un buen desempeño en inglés, por otra parte, era acogido con halagos. En este sentido, estaban ocurriendo dos cosas en el proceso cognoscitivo: se nos recompensaba por una buena ejecución en inglés, mientras se criminalizaba el uso de las lenguas africanas como vehículo adecuado de producción de conocimiento. Con el inglés iba el orgullo; con las lenguas africanas, la vergüenza. Por mucho tiempo pensé que era un problema puramente africano.

Hace unos años, mientras hacía investigación para mi nuevo libro Algo rasgado y nuevo: Un renacimiento africano (Something Torn and New: An African Renaissance), descubrí que lo mismo se les hacía a los galeses antes del siglo XX. A la juventud galesa a la que se le sorprendía hablando su lengua materna en el entorno escolar, también se le humillaba haciéndole que llevara alrededor de su cuello las iniciales WN—“no al galés” [Welsh not]. Como mínimo, mi historia colonial había sido reproducida en Gales.

Y luego me topé con un libro escrito por Edmund Spenser, el reconocido poeta inglés del siglo XVI, autor de La reina de las hadas y otras composiciones poéticas. éste también era un terrateniente inglés en Munster, Irlanda, y vecino de Walter Raleigh, el fundador de la colonia de Virginia. Es importante recordar que este tipo de asentamiento colonial inglés se había ensayado primero en Irlanda.

Pero los ingleses estaban encontrando difícil colonizar—o más bien, domesticar—a los irlandeses. En 1598, Spenser publicó una obra en prosa: Informe sobre el estado actual de Irlanda. El libro arrojó luz sobre los argumentos que había tratado de impulsar en Descolonizando la mente. En su libro, Spenser explícitamente prescribe una solución cultural al problema político y militar que constituía la colonización irlandesa. La solución residía en atacar la memoria del pueblo irlandés a través de cambiarle su lengua y el sistema por el cual nombraban a su prole. De esta forma, de acuerdo con uno de los interlocutores del Informe, los irlandeses rápidamente olvidarían la nación irlandesa.

Es el mismo proceso colonial que se dramatiza en la obra de Shakespeare La tormenta, en la que Calibán pierde su tierra y su lenguaje ante Próspero. Puede ser que recuerdes el intercambio entre Próspero y Calibán. Próspero le pide a Calibán que se sienta agradecido de que se le haya dado el lenguaje de Próspero, pero Calibán le reprocha la pérdida de soberanía sobre su tierra y su persona. Yo era mi propio sujeto, argumenta; ahora, tu esclavo. Estoy parafraseando, pero para los africanos que fueron traídos a la fuerza a las Américas para convertirse en esclavos en las plantaciones, no es una cuestión de parafrasear. Sus lenguas y sus nombres fueron literalmente prohibidos, mientras que los amos de las plantaciones nunca perdieron su conexión lingüística con Europa.

En Asia, cuando Japón colonizó a Corea, prohibieron la lengua coreana e impusieron el japonés. En la historia del colonialismo moderno, todos los poderes coloniales, en algún momento u otro, han impuesto su lenguaje sobre los pueblos conquistados. En áfrica, hasta hablamos de áfrica francófona, lusófona y anglófona—en otras palabras, identidades basadas en el lenguaje de los colonizadores.

Así que de lo que hablamos no es simple y llanamente de una situación lingüística. Es una cuestión de poder. El colonialismo es sólo una forma particular de poder. Podemos entonces generalizar y decir que dondequiera que haya una situación de dominación y subordinación entre dos grupos, cualquiera que sea su color o religión, ésta se reflejará en la relación entre sus respectivas lenguas: una lengua dominará a la otra. Desafortunadamente, el desbalance lingüístico de poder cobra vida propia y puede continuar aun después de que haya cambiado la situación económica y política subyacente. Pienso que ésa es la forma mediante la cual el inglés y otras lenguas europeas han llegado a estar en la posición en la que se encuentran hoy día frente a otras lenguas en el mundo.

El problema es global y reside en la concepción de las relaciones entre lenguas en términos de jerarquías. Es un tipo de feudalismo lingüístico de señores y siervos. Las lenguas dominantes, las que sean, se perciben como poseedoras de un poder mágico sobre el conocimiento y sobre la producción de ideas, sobre la cultura misma. Las lenguas dominadas se ven de forma contraria. Son vistas como incapaces de generar conocimiento y buenas ideas. Pero ya desearía yo que fuese simplemente un caso de feudalismo lingüístico; el feudalismo lingüístico se está transformando en un darwinismo lingüístico en el que el crecimiento de una lengua dominante depende de la muerte de otras lenguas.

La muerte de cualquier lengua es la pérdida del conocimiento contenido en ella. El debilitamiento de cualquier lengua es el debilitamiento de su potencial de producir conocimiento. Es una pérdida humana. ¿Pueden imaginarse el empobrecimiento de la cultura global si todo el conocimiento en griego y latín clásicos se hubiese perdido con la muerte de esos idiomas?

La elección que tenemos ante nosotros no debería ser entre el monolingüismo y la jerarquización de lenguas, sino entre estos dos modelos y un sistema de redes entre lenguajes. Las relaciones lingüísticas dentro de las naciones y entre ellas no deberían concebirse en términos de jerarquía sino como redes, con traducciones que permitan la transmisión de conocimiento e ideas entre lenguas.Pero no habrá conocimiento para traducir ni ideas para transmitir si los intelectuales de todas las lenguas no se comprometen a producir en esas lenguas. Este reto está dirigido, particularmente, a aquellos intelectuales que provienen de lenguas dominadas y marginadas en Asia, áfrica, Europa y las Américas. Ninguna lengua tiene un monopolio sobre las ideas y el potencial de crecimiento. Todas las lenguas pueden contribuir a la cultura humana global.*Selma Feliciano Arroyo es estudiante doctoral del Departamento de Español de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia.

jueves, 30 de abril de 2009

Reportaje sobre la Semana de la Lengua

La Oficina de Prensa del RUM ha publicado su reportaje sobre las actividades de la Semana de la Lengua